martes, 12 de febrero de 2013

Dos maravillosas páginas: el capítulo 7 de Rayuela...

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.
 Je touche tes lèvres, je touche d'un doigt le bord de tes lèvres, je dessine ta bouche comme si elle naissait de ma main, comme si elle s'entrouvrait pour la première fois, et il me suffit de fermer les yeux pour tout défaire et tout recommencer, je fais naître chaque fois la bouche que je désire, la bouche que ma main choisit et qu'elle dessine sur ton visage, une bouche choisie entre toutes, choisie par moi avec une souveraine liberté pour la dessiner de ma main sur ton visage et qui, par un hasard que je ne cherche pas à comprendre, coïncide exactement avec ta bouche qui sourit sous la bouche que ma main te dessine.

Tu me regardes, tu me regardes de tout près, tu me regardes de plus en plus près, nous jouons au cyclope, nos yeux grandissent, se rejoignent, se superposent, et les cyclopes se regardent, respirent confondus, les bouches se rencontrent, luttent tièdes avec leurs lèvres, appuyant à peine la langue sur les dents, jouant dans leur enceinte où va et vient un air pesant dans un silence et un parfum ancien. Alors mes mains s'enfoncent dans tes cheveux, caressent lentement la profondeur de tes cheveux, tandis que nous nous embrassons comme si nous avions la bouche pleine de fleurs ou de poissons, de mouvements vivants, de senteur profonde. Et si nous nous mordons, la douleur est douce et si nous sombrons dans nos haleines mêlées en une brève et terrible noyade, cette mort instantanée est belle. Et il y a une seule salive et une seule saveur de fruit mûr, et je te sens trembler contre moi comme une lune dans l'eau.

http://www.youtube.com/watch?v=gOcPsaYXk24&feature=player_detailpage




Incitación a la libertad.Cortázar, recordado por el periodista Alfredo Leuco...
Hoy se cumplen 29 años de la muerte de Julio Cortázar. Y el año que viene vamos a celebrar el centenario de su luminoso nacimiento. Es la mejor ocasión para repetir una y mil veces:
Queremos tanto a Julio.
Le debemos tanto los argentinos a Julio Cortázar que en paz descanse. Murió en París donde eligió vivir. Una leucemia analfabeta le fue erosionando su cuerpo pero su corazón ya venía muerto desde la muerte de su gran amor, de Carol Dunlop, su tercera esposa con la que hoy comparte el cielo y la tierra en el cementerio de Montparnasse.
Queremos tanto a Julio.
Le debemos tanto. En la literatura, es decir en el placer y el goce por la belleza pura y en la política, es decir en el compromiso solidario con los más débiles y los buscadores eternos de utopías y de la igualdad entre los hombres.
Los libros fueron su tabla de salvación. La posibilidad de seguir flotando aún en las tormentas más terribles. En su casa de la infancia de Banfield, se encerró a leer día y noche cuando su padre los abandonó para siempre, sin decir una palabra. A escribir día y noche, también se encerró en su casa de la madurez en París cuando América Latina empezó a desgarrarse en su alma. Nunca dejó de ser un cronopio que sólo perseguía su regocijo personal. Vos sabés, le dijo a Fernández Retamar, en una carta de 1967, que el almidón y yo, no hacemos buenas camisas. Era tierno y tenía un sentido del humor maravilloso. Disfrutaba de la metafísica de Macedonio Fernández porque se reía a carcajadas. El realismo socialista siempre le resultó aburrido, pesado, decía que en esos casos la ideología mataba a la literatura y que llegó a sentir horror por esos escritores de obediencia.
Julio Florencio Cortázar tenía cara de chico aún en sus 69 moribundos años. Y era un chico a la hora de escribir como un cronopio que buscaba lo lúdico. Siempre el juego. En su niñez imaginaba animales mitológicos para sorprender y sorprenderse y apostó siempre a lo fantástico, a esa dimensión alucinante de la realidad más cotidiana. La supo encontrar y la supo contar.
Con Borges compartió muchas más cosas de lo que los militantes políticos literarios de los finales del 60 podían imaginar. Porque era una de las tantas antinomias, como se decía entonces. Borges o Cortázar. El reaccionario de derecha o el amigo de la Cuba de Fidel y el Chile de Salvador Allende. Borges o Cortázar, como una segunda vuelta de la batalla entre Boedo y Florida, era discusión apasionada en las universidades y los bares. Sin embargo, ambos amaron profundamente los laberintos, el tango, el jazz y las muchachas de ojos verdes como La Maga. Ambos fueron tozudos antiperonistas y quisieron morir fuera de la Argentina. Y allá están sus restos, mas cerca entre sí que de nosotros. Y en lo que para muchos fue una señal mágica, Borges fue el editor del primer cuento de Cortázar en la revista “Los anales de Buenos Aires”. 
Queremos tanto a Julio.
Le debemos tanto. Y los periodistas de mi generación lo amamos porque metió de prepo el lenguaje de la calle en la alta literatura. Porque todos alguna vez intentamos imitarlo sin el menor de los éxitos, porque todos alguna vez lo leímos con el mayor de los placeres.
Primero fue un revolucionario de las letras y después de las ideas. Fue un antes y un después de la barba. Primero sacudió la estructura de la novela con Rayuela. Puso al lector en un pie de igualdad con el autor. Le permitió que cada uno eligiera su propia novela en esa maravillosa caja china que fue Rayuela, con una novela dentro de otra, con ese rompecabezas para jugar, siempre jugar con el ingenio y las neuronas y sobre todo con el lenguaje al que lo dio vuelta como una media una y mil veces.
Cuando viajó a Cuba se conmovió al ver un pueblo haciendo la revolución y su vida cambió. Y los personajes y los puntos de vista en sus libros, también. Con el Che Guevara, en su “Libro de Manuel” hizo una crítica dura a los dogmáticos de la guerrilla y ya que estamos en ese libro imperdible digamos que el protagonista se llamaba Marcos y que por eso el subcomandante zapatista de Chiapas se bautizó con ese nombre. En homenaje a Cortázar que, de estar vivo, dice, apoyaría la causa hoy casi pacifista de los zapatistas, con el mismo entusiasmo con que apoyó a los sandinistas en esa Nicaragua tan violentamente dulce.
Queremos tanto a Julio.
Le debemos tanto.
Su inclaudicable y corajuda lucha por denunciar a la dictadura argentina y reclamar por los desaparecidos porque sentía al país lejano como su “Casa Tomada”, como esa pesadilla que escribió de un saque, con todos los fuegos el fuego. Cortázar si que dio vuelta al día en 80 mundos y en su último round tuvo “62 modelos para armar”. Nunca olvidó el susto que se pegó a los 9 años cuando robó un libro de Edgar Allan Poe para leerlo ni el placer que sintió cuando tradujo toda su obra. Julio Cortázar fue un grande, uno de los padres eternos de nuestra literatura. Sus cuentos tienen la impronta de dos de sus ídolos, de Charlie Parker y de Justo Suarez. La cadencia y el torrente que improvisa del saxofonista del jazz y la habilidad para esquivar y la dureza para pegar del boxeo del Torito de Mataderos.
Queremos tanto a Julio. Le debemos tanto. Por dos motivos fundamentales. Porque todos sus textos son una incitación a la libertad y una apología de la belleza.






http://www.continental.com.ar/opinion/bloggersalfredo-leuco/incitacion-a-la-libertad/blog/1840674.aspx