martes, 9 de julio de 2013

Con los ojos muy abiertos...

  Mi vida ha transcurrido en esta tierra de aguas, de olor a lluvia, de verdes y azules, de horizontes donde la  tierra y el cielo se separan o se unen en una línea casi infinitamente recta. Me deslumbran los atardeceres siempre distintos  y puedo perderme en ese cielo de colores.
  No sé si he echado raíces. La cuestión es que me muevo poco de aquí. Pero algunas de mis ramas llegan hacia otros lugares.
  El verano pasado viajé a Merlo, San Luis. En etapas. Primero, dos días en San Antonio de Arredondo, un pueblo serrano cordobés. El mayor movimiento que recuerdo es el del río, que  en tramos se escurría entre grandes formaciones de piedra, pequeñas cascadas donde el ruido del agua me transportaba a un lugar de paz dentro de mí.
  Al partir, me pareció muy bonito observar desde un puente  ese río, el San Antonio, que en ocasiones desborda de improviso y arrasa con todo lo que encuentra a su paso.
Traslasierras era el destino, Mina Clavero y Nono (la mítica figura de Luca Prodan era un atractivo poderoso…) Para llegar hasta allí, claro está,  tuve que atravesar el camino de las Altas Cumbres. Los colores, la altura, rocas enormes,  laderas con  gran vegetación, otros lugares donde sólo se veía un verde seco y  piedras muy grises y parcelas separadas por extensos muros bajos construidos  con esas mismas piedras. Disfruté muchísimo de ese camino. Fue tal vez más placentero el transcurrir del  viaje que llegar a los sitios previstos. Las dos ciudades tienen su encanto. Nono tenía otro valor agregado. Al fin caminé por sus  calles de tierra, pensando en tantos que habrán cruzado por allí, desde hace siglos. Me senté en un banco de la plaza, me transformé por unos segundos en artesana posando para la foto en un puesto de la feria, precioso, prolijamente armado con tablones de madera de la zona.
  Seguí viaje. Merlo me esperaba, o al menos eso creí. No sé si  de tanto haber escuchado que esa zona tiene un microclima diferente o a causa de mi buen  humor luego de  ver tanta belleza, lo cierto es que en esos lugares me sentí distinta.
  En Pasos Malos, un arroyo de vertiente que se desliza saltando entre enormes rocas  y piedras más pequeñas, adquiriendo  fuerza al caer y luego perdiéndola para volverla a reunir, subí corriente arriba, a veces con dificultad, hasta llegar a una olla que se formaba por chorros de agua que caían desde lo alto. Después de esa mini aventura, me tiré a contemplar la vida boca arriba. Deslumbrada. Miraba el cielo entre las hojas de los árboles. “El sol es una herida que sangra en amarillo, desborda mi corazón, de tan brillante”, me dije. Imaginé a mis venas como ríos, como ramas, como hilos, escurriéndose, saltando, salpicando, empapando el verde.Y pensé: “El día se impregna de mi azul”. 
  ¡Lo que logra el microclima famoso!

Escrito el 13/06/2013, para el taller de Selva Almada, AGMER. Concepción del Uruguay


Río San Antonio, San Antonio de Arredondo, Córdoba. 



Pasos Malos, Merlo,  San Luis. En el centro de la imagen, observando con mucha atención, se ve a Esteban y Verónica Herlax, audaces descubridores del camino que luego seguirían mis y propios malos pasos, haciendo equilibrio entre las rocas y las cascadas.