Mi vida ha transcurrido en esta tierra de
aguas, de olor a lluvia, de verdes y azules, de horizontes donde la tierra y el cielo se separan o se unen en una
línea casi infinitamente recta. Me deslumbran los atardeceres siempre
distintos y puedo perderme en ese cielo
de colores.
No sé si he echado raíces. La cuestión es
que me muevo poco de aquí. Pero algunas de mis ramas llegan hacia otros lugares.
El verano pasado viajé a Merlo, San Luis.
En etapas. Primero, dos días en San Antonio de Arredondo, un pueblo serrano
cordobés. El mayor movimiento que recuerdo es el del río, que en tramos se escurría entre grandes
formaciones de piedra, pequeñas cascadas donde el ruido del agua me
transportaba a un lugar de paz dentro de mí.
Al partir, me pareció muy bonito observar
desde un puente ese río, el San Antonio,
que en ocasiones desborda de improviso y arrasa con todo lo que encuentra a su
paso.
Traslasierras era el destino, Mina
Clavero y Nono (la mítica figura de Luca Prodan era un atractivo poderoso…)
Para llegar hasta allí, claro está, tuve
que atravesar el camino de las Altas Cumbres. Los colores, la altura, rocas enormes, laderas con
gran vegetación, otros lugares donde sólo se veía un verde seco y piedras muy grises y parcelas separadas por
extensos muros bajos construidos con
esas mismas piedras. Disfruté muchísimo de ese camino. Fue tal vez más
placentero el transcurrir del viaje que
llegar a los sitios previstos. Las dos ciudades tienen su encanto. Nono tenía
otro valor agregado. Al fin caminé por sus
calles de tierra, pensando en tantos que habrán cruzado por allí, desde
hace siglos. Me senté en un banco de la plaza, me transformé por unos segundos
en artesana posando para la foto en un puesto de la feria, precioso,
prolijamente armado con tablones de madera de la zona.
Seguí viaje. Merlo me esperaba, o al
menos eso creí. No sé si de tanto haber
escuchado que esa zona tiene un microclima diferente o a causa de mi buen humor luego de ver tanta belleza, lo cierto es que en esos
lugares me sentí distinta.
En Pasos Malos, un arroyo de vertiente
que se desliza saltando entre enormes rocas
y piedras más pequeñas, adquiriendo
fuerza al caer y luego perdiéndola para volverla a reunir, subí
corriente arriba, a veces con dificultad, hasta llegar a una olla que se
formaba por chorros de agua que caían desde lo alto. Después de esa mini
aventura, me tiré a contemplar la vida boca arriba. Deslumbrada. Miraba el
cielo entre las hojas de los árboles. “El sol es una herida que sangra en
amarillo, desborda mi corazón, de tan brillante”, me dije. Imaginé a mis venas
como ríos, como ramas, como hilos, escurriéndose, saltando, salpicando,
empapando el verde.Y pensé: “El día se impregna de mi azul”.
¡Lo que logra el
microclima famoso!
Escrito el 13/06/2013, para el taller de Selva Almada, AGMER. Concepción del Uruguay
Río San Antonio, San Antonio de Arredondo, Córdoba.
Pasos Malos, Merlo, San Luis. En el centro de la imagen, observando con mucha atención, se ve a Esteban y Verónica Herlax, audaces descubridores del camino que luego seguirían mis y propios malos pasos, haciendo equilibrio entre las rocas y las cascadas.
Bellísimo, Marga..me encanta lo que escribís...y cómo disfrutás de la vida...Abrazos.
ResponderEliminarGracias, Tity.
EliminarSucede que "Tity" me enlaza a anécdotas, canciones y patotas colegiales. Mucho más que "Beatriz", demasiado formal.
Otro abrazo.
es que sus ojos ven más allá
ResponderEliminarY los suyos también, llegan hasta la luna, fíjese. Y hasta lo (¿más?) profundo de sus laberintos, mire usté.
EliminarGracias por su lectura, señor poeta lunar.
Mis respetos.