En la dedicatoria
de su libro “La conquista de América. El problema del otro”, Tzvetan Todorov nos conmueve con estas palabras: “Dedico este libro a la memoria de una
mujer maya devorada por los perros”.
Desde esa
enunciación quiero recordar en el Día del Aborigen -o de los pueblos
originarios o buscando la denominación que a cada quien parezca más acertada o adecuada- a los
habitantes de estas tierras, esos que
fueron “descubiertos” por otras personas con diferentes vidas y costumbres.
¿Estaban cubiertos por algún velo, una
pared, la oscuridad? Si hubo una
constante, de acuerdo a los relatos de la época y a la construcción de la
historia, ésa ha sido la crueldad, la forma sanguinaria y destructiva de
encontrarse con culturas distintas, asombrosas, perturbadoras. Una colisión con
otros.
De esto habla
Todorov. Del relato, de los relatos que no deben caer en el olvido. Del relato de una historia
ejemplar del comportamiento frente al otro: la del descubrimiento y conquista de
América.
Y dice en el comienzo:
Quiero hablar del
descubrimiento que el yo hace del otro. El tema es inmenso. Apenas lo
formula uno en su generalidad, ve que se subdivide en categorías y en
direcciones múltiples, infinitas. Uno puede descubrir a los otros en uno mismo,
darse cuenta de que no somos una sustancia homogénea y radicalmente extraña a
todo lo que no es uno mismo: yo es otro. Pero los otros también son yos:
sujetos como yo, que sólo mi punto de vista, para el cual todos están allí y sólo yo estoy aquí, separa y distingue verdaderamente
de mí. Puedo concebir a esos otros como una abstracción, como una instancia de
la configuración psíquica de todo individuo, como el Otro, el otro y otro en relación con el yo; o bien como un
grupo social concreto al que nosotros no pertenecemos. Ese grupo puede, a su
vez, estar en el interior de la sociedad: las mujeres para los hombres, los
ricos para los pobres, los locos para los “normales”; o puede ser exterior a
ella, es decir, otra sociedad, que será, según los casos, cercana o lejana:
seres a los que todo acerca a nosotros en el plano cultural, moral, histórico;
o bien desconocidos, extranjeros cuya lengua y costumbres no entiendo, tan
extranjeros que, en el caso límite, dudo en reconocer nuestra pertenencia común a una misma especie.
Acaso
el miedo, el extrañamiento ante lo distinto, ante esos seres considerados extranjeros en su propio territorio, cuyas
lenguas y costumbres no entendieron, llevaron a los invasores a dudar y a
reconocer la pertenencia común de todos, los que estaban y los que llegaron, a
una misma especie: la humana.
El origen del especial recuerdo de Todorov hacia una mujer maya desgarrada y comida por
perros (¿no es contundentemente simbólica esta dedicatoria?) es de Diego de Landa, “Relación de las cosas
de Yucatán”, y es el que sigue:
El capitán Alonso López de Ávila prendió
una moza india y bien dispuesta y gentil mujer, andando en la guerra de
Bacalar. Ésta prometió a su marido, temiendo que en la guerra no la matasen, no
conocer a otro hombre sino él, y así no bastó persuasión con ella para que no
se quitase la vidampor no quedar en peligro de ser ensuciada por otro varón, por la cual la hicieron
aperrear.
Una
escena conmovedora, desequilibrante, digna además de ser tomada por otro de sus
costados lamentables: la visión de la mujer como objeto del cual apropiarse.
Algo que extiende sus tentáculos hasta nuestros días.
Y si me resulta particularmente
llamativa la postura de Todorov -y me
atrae, además- es, entre otras cosas, porque tengo el recuerdo de mi infancia y de
mi escuela. Se hablaba de los indios, de distintos grupos de seres que
existieron alguna vez, en un tiempo lejanísimo y de los cuales ya no quedaban
ni siquiera rastros. Todo parejito, homogéneo, unificado. Difícil reconocer y
aceptar las diferencias a partir de ese lugar. Difícil, pero no imposible. En la reforma de la Constitución Nacional, en 1994, se reconoció la preexistencia de los pueblos originarios y, asimismo, entre otros derechos, el de su identidad y el respeto a ella, el de una educación intercultural y la personería jurídica de sus comunidades. Eso está en la letra de la Carta Magna. Todo un avance: pero el trabajo no termina en eso.
Traigo un fragmento de Octavio
Paz, de su monumental poema “Piedra de Sol”, escrito en 1957, porque me parece apropiado y... porque me place hacerlo:
(…)
—¿la vida, cuándo fue de veras
nuestra?,
¿cuando somos de veras lo que somos?,
bien mirado no somos, nunca somos
a solas sino vértigo y vacío,
muecas en el espejo, horror y vómito,
nunca la vida es nuestra, es de los otros,
la vida no es de nadie, todos somos
la vida —pan de sol para los otros,
los otros todos que nosotros somos—,
soy otro cuando soy, los actos míos
son más míos si son también de todos,
para que pueda ser he de ser otro,
salir de mí, buscarme entre los otros,
los otros que no son si yo no existo,
los otros que me dan plena existencia,
no soy, no hay yo, siempre somos nosotros,
la vida es otra, siempre allá, más lejos,
fuera de ti, de mí, siempre horizonte,
vida que nos desvive y enajena,
que nos inventa un rostro y lo desgasta,
hambre de ser, oh muerte, pan de todos,
(…)
MUY BUENO ¡¡¡¡¡¡
ResponderEliminar¡Guau! Un blog de psicoanálisis... Sólo dije "Muchas gracias".
EliminarAhora que sé que detrás del blog estás vos, Juli, te mando u n abrazo enorme, aparte de las gracias.
Muchas gracias.
ResponderEliminarvale el texto para pensar y sentir... los horrores que puede la cultura... gracias amiga. saludos.
ResponderEliminarHay horrores,sí. Horrores imposibles de reparar. Y hay belleza, también, poeta.
EliminarGracias a vos, Luna.
Me parece escuchar tu voz cuando preguntás ----¿Estaban cubiertos por algún velo, una pared, la oscuridad?----. Nunca te lo dije pero me encanta el tono de tu voz cuando hacés el tipo de preguntas que no esperan una respuesta sino una reflexión, y además te brillan los ojos.
ResponderEliminarGracias, Sabi, ¡qué observadora, bella!
EliminarBesos.
Permiso! buenas. Que inmenso tema, como el hombre/mujer mismo o misma! Como las contradicciones necesarias de la naturaleza para que lo humano sea tal.
ResponderEliminarY nosotros? ahora, hablando, hablados y configurados en idioma español, el mismo que nos "descubrió". Uf! Conquistadores y conquistados, buenos y malos. El horror y la belleza de las culturas en un mismo instante. Nardo.
¡Pase, amigo! No creo, Nardo, en buenos absolutamente buenos ni en malos absolutamente malos. Hubo una destrucción de culturas. algo de mixtura y llegamos a esto que somos, a través de esta lengua tan rica, también. Horror y belleza, sí, como en nuestros días, como en nuestro entorno. Quedémonos con la esperanza de la belleza, la música, la poesía, el arte...
EliminarUn abrazo.